viernes, 23 de enero de 2009

Carta a mi hijo.

¿Sabes? Te echo demasiado de menos.
¿recuerdas cuando disfrutábamos juntos jugando, viajando o leyendo un cuento?.

Disfruté enormemente de tu niñez.
Cambiándote los pañales, limpiándote o dándote de comer.
En algunas ocasiones tuve que regañarte,
pero en muchas mas, eras mi gran motivo de orgullo.

Recuerdo cada instante tu mirada, tus ojillos grandes y despiertos, tus risas, a carcajadas y tu ansia por aprender y por ser mayor de lo que eras.
Tus primeros pasos, tus primeras frases, tus primeras trastadas...
Todo aquel cúmulo de etapas que juntos compartimos.

Hasta que tu madre te arrancó de mi lado.
Hasta que con palabras hirientes, tu madre compitió por tu amor y respeto tratando de envenenarte contra mi.
Durante muchos años no lo consiguió. Tu seguías queriendo a tu papá y te llenabas de ilusión cada vez que nos veíamos a escondidas.
A escondidas porque si no, tu madre te gritaba, pegaba y castigaba, sin que nadie pudiese evitarlo, ya que la ley le daba “patente de corso” al ser mujer.

Yo he tenido que callar durante todos estos años. He tenido que aguantar las injusticias,las misandrias y los reproches por no haber litigado legalmente un proceso que sabía que no podría ganar.

Y lo mas importante era que tú, en medio, serías siempre el “daño colateral” que mas sufriría.
Para evitarlo, siempre te dije que hicieses caso a tu madre y a tus profesores para tu bien y educación. Creo que jamás me oiste hablar mal de ella para que no perdieses mas aún la visión de su figura tutelar y te invité a que te dejases educar por ella en la medida de lo razonable.

Dentro de poco serás legalmente mayor. Legalmente adulto. Moralmente responsable.
Siempre te dejé claro que estaría allí. A tu lado siempre que me necesitases. Que si tuvieras cualquier problema recurrieses a tus profesores (que siempre tuvieron mi teléfono) o a la policia para localizarme de inmediato y que estuviese donde estuviese, en un plazo mínimo de tiempo, estaría junto a ti haciendo frente a lo que fuese.

La promesa que siempre te hice continúa vigente. Solo que ahora, además, ya no tendrás que rendir cuentas a tu madre. Serás un ser adulto y con capacidad de decisión sobre tus actos y movimientos.
Estoy deseando de volver a verte.
Son muchos los años en los que no podía ver niños sin que se me humedeciesen los ojos y se me encogiese el corazón recordándo tu ausencia.

Tuve que alejarme por tu bien. Para que no fueses el objetivo de la ira de tu madre.
Disfruté muchísimo de tu infancia, me he perdido tu adolescencia...
pero por favor. Déjame vivir contigo los pequeños y los grandes momentos que te proporcionará tu juventud y tu edad adulta.
Los problemas, los miedos, los triunfos y los sueños obtenidos.

Y déjame guiar tu mano por un camino recto para que el día de mañana seas todo lo que quieras ser, sin necesidad de perjudicar a nadie en tu camino.

Deseo tanto pasar esta página de nuestras vidas, que me ansío esperando el momento. Sin recuerdos negativos, sin reproches, sin problemas...
Te echo tantísimo de menos, hijo...
que ya no aguanto mas tiempo sin tenerte a mi lado.



Doktor Jeckill. Escrito en la mente (y el corazón) en 1998 y plasmado al papel en Mayo de 2008.

No hay comentarios: