miércoles, 10 de septiembre de 2008

ALMENDROS EN FLOR.

Estos días por fin he visto almendros en flor.
He visto al sol salir tras las nubes y sus rayos acarician mi piel mientras ruedo con mi moto.
No hace calor, pero tampoco frío. Ya no llueve y el cielo no es gris. Se va tornando de un azul radiante y bello.
Mi montura “tose” menos y aunque cascadilla, me pide que salgamos a hacer curvas y a oler el aroma de los pinos y las jaras.
Hay mas horas de luz a lo largo del día y es agradable estar a la intemperie.
Ha sido un invierno duro. Ha sido frío, con episodios personales dolorosos y con la soledad de mi cubil observando la lluvia caer incesantemente a través de los vidrios sucios .

Pero justo cuando mas cansado estaba y mas derrotado. Cuando mi querida montura esperaba pacientemente a que la montase, cuando los recuerdos te machacan la cabeza y el corazón... Una mano se tendió hacia mi. Una mano de otro caballero andante de sucios pantalones y chaqueta de cuero. De alguien que vio a un luchador vencido y abandonado. De alguien a quien el destino hirió con zarpa de fiera y había perdido el horizonte de sus objetivos.
Ese jinete llamó a otros guerreros del asfalto. Jinetes curtidos en mil y una batallas del destino y con la sabiduría que proporciona el haber rodado por todo tipo de caminos y parajes polvorientos.
Acudieron al auxilio del jinete vencido y curaron sus heridas con bálsamos secretos y derivados de la cebada.
Ahora el guerrero triste cura lentamente pero ya puede moverse algo y ver como los caminos se secan y los almendros dan el fruto de la flor.
A veces rueda en compañía de otros guerreros y a veces va solo a luchar a aquellos lugares en donde se necesita de su presencia y experiencia.

Nunca fue un ser infalible. Nunca fue perfecto. Ni siquiera era el mejor. Tan solo se regia por un código de conducta basado en la libertad, en la honestidad, en la desinteresada amistad y en ayudar a quien lo necesitase.
Esta vez descubrió que otros caballeros que antaño rodaron con él se habían dejado seducir por temores e intereses propios y que equivocadamente abandonaron el campo de batalla cuando sus hermanos de armas, mas los necesitaban.
Pero descubrió también que llegaron guerreros de otros reinos a auxiliar a su hermano. Guerreros de una raza diferente. Ni mejor ni peor. Simplemente una raza de hombres que cabalgan en sus monturas de acero bajo las inclemencias del tiempo, esperando que el cielo se abra de nuevo para que luzca el sol y poder ver cada cierto tiempo, los almendros en flor. Ayudando a quienes han quedado en la cuneta de la vida, necesitan un empujón, o simplemente un par de orejas que comprenden lo que se les habla sin juzgar ni temores estúpidos. Eso si, sin mariconadas.
Por eso, vuelvo a rodar bajo el sol. Por eso vuelvo a sentir la brisa en mi cara. Por ellos tengo mas ganas cada día de seguir siendo como soy. Por ellos debo mantener mi montura y corazón a punto. Esperando que cualquiera de ellos tenga una batalla en la que sin mi ayuda, no pueda ganarla y pueda entonces tenderle esa misma mano que un día gris y oscuro, me ayudó a mi.

Ahora seguiremos preguntando que es un autentico biker. Para los demás no sé, pero para mi, esos son los auténticos bikers. Gracias a todos ellos por existir.


Doktor Jeckill.

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