miércoles, 10 de septiembre de 2008

Una noche de borrachera.

Parece que fue aquella noche en aquella fiesta del peor antro de la ciudad en donde dos borrachos autosuficientes cruzamos las miradas primero, algunas frases después y muchas cervezas más, para “romper el hielo” y algunos instantes más tarde proponernos ofertas de contenido carnal.

Tu, tuviste que deshacerte de aquel camionero que te acompañaba y yo de mis mas recientes prejuicios sobre diversas componentes del género femenino para acabar horas mas tarde en aquel hotel de carretera al que me llevaste para abusar de mi ya perdida virtud, mientras mantenías en riguroso secreto tu edad, que solo confesaste cuando ya caía la noche del siguiente día y faltaba poco para poner fin a aquel encuentro casual, promiscuo y carente de moralidad convencional.

Un cruce de números telefónicos, la remota posibilidad de volver a yacer juntos en un lecho de alquiler y la promesa, tal vez vacía, de llamarnos para volver a vernos.
Una diferencia de edad de trece años y muchos kilómetros de vida recorrida entre los dos contendientes de la relación que se avecinaba.

Tu, rockera de pro y la oveja negra de tu familia.
Yo, motorista de la peor calaña y disfrutando de la libertad que, condicionalmente, la institución estatal, tenía a bien haberme “regalado”.



Sin saber muy bien porqué, nos seguimos viendo de seguido.
Parece que para ser una mujer que “usa a los hombres y los tira porque no se puede esperar una reacción neuronal convincente o interesante por parte de ellos”, te estabas aficionando bastante a repetir compañía, cenas y lecho con un humilde y macarra servidor.
Ante las preguntas, siempre contestabas que parecía que la borrachera permanecía y por ello aún no habías cambiado de “hombre objeto”.

Por mi parte, con mi ego, autoestima y economía por los suelos, no llegaba a comprender como seguías con el despojo en el que me había convertido y me preguntaba una y otra vez, que te podría ofrecer a cambio de tu pasión y particular manera de mostrarme cariño.
Además, no eras para nada el tipo de mujer femenina, sexy, mentirosa, celosa, posesiva, egoísta, delgada y sintética de las que yo solía enamorarme.
Por más que te miraba no comprendía como mi vida y mis relaciones, habían ejecutado un giro de 180 grados y de una manera tan positiva.



Por primera vez no me sentí agobiado por una tipa que lo controla y critica todo, que te hace imposible la vida aunque no la des motivos de enfado y que se pone celosa hasta de la moto que conduces.

Han pasado los días, las semanas y los meses. Dentro de poco, podremos hablar de dos años y aún nos dura la borrachera que pillamos en aquella barra de bar en la madrugada de una fiesta nada recomendable para gente fina.

Casi dos años y la sinceridad, el respeto, la simplicidad en la relación, la complicidad en lo que hacemos, compartir aficiones y la absoluta carencia de discusiones, como consecuencia del razonamiento, el diálogo y el “hoy cedo yo, mañana cedes tu”, han hecho que vuelva a ver la vida fuera del color gris y asfixiante que últimamente teñía mi vida, haciéndome perder la sonrisa, la esperanza, la ilusión y el buen humor.

Mi economía se sanea permitiéndonos ciertos lujos que antes eran imposibles de disfrutar.
Tu aparente indiferencia y tu autosuficiencia se han relajado hasta el punto de ser ya “dos” y no “uno mas uno”.
Mi ilusión por continuar luchando y creando cosas nuevas, por escribir de nuevo, por fotografiar ideas que nacen de mi imaginación, han vuelto a emerger de la tumba en la que las había enterrado mi última relación.



Cada día te veo mejor, más atractiva, mas cálida, mas como una parte de mis sueños, que había perdido hace tiempo.
Alguien dijo alguna vez: “No te quiero por quien eres, si no por quien yo soy cuando estoy contigo”.
Pienso que tenía razón y esa razón es la que siento que emerge de mi interior.

Tras vivir casi un año con alguien tan negativo que todo lo teñía de mierda, rencor y hediondez, tu frescura, morro, desparpajo y tu calidad como persona, son lo mejor que me podría haber ocurrido.
Tras un año tratando de mostrarme ese “ser” enfermo y diabólico lo peor de cada persona, tu contrastas antagónicamente mostrándome lo bueno que tenemos cada uno y disfrutar intensamente de ello.

Siempre habrá quien se sorprenda.
Siempre habrá quien nos envidie.
Siempre habrá quien quiera meterse entre nosotros. Normalmente desde la mentira, el engaño y/o el cobarde anonimato.

Pero lo importante seguirá siendo lo que surgió de manera furtiva y burlona, aquella noche de borrachera en la barra de aquel garito, repleto de mujeres perdidas y hombres malos.

Lo importante es como hacemos el camino y como disfrutamos de el.
Sin obsesionarnos con un relativo final o desenlace que podría o no ocurrir en un futuro y que tanta gente fija sus energías en el, descuidando lo más importante: El camino y las formas de llegar a ello, destrozando el presente al intentar precipitar el futuro.

Doktor Jeckill. Enero 2007.

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