miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tengo un amigo...

Tengo un amigo que es un perdedor.

Un tío de la “vieja escuela” con los huevos negros del humo de mil batallas.

Un poeta, un romántico, un putero y un cabrón, capaz de amar o de defender una amistad, con la misma intensidad con la que te sacaría el hígado si osas tocar a uno de los suyos.

Un ser integro, inteligente y leal, al que la vida hirió tan repetidas veces que ya no queda un hueco en su corazón sin la textura y recuerdo de alguna cicatriz al haber sido mil veces roto.

Un personaje solitario, al que encontrarás al final de la barra del bar, observando distraídamente el fondo de su vaso casi vacío, discretamente, allá en donde se escucha viejo blues y en donde el bourbon y la cerveza, han tomado al asalto el almacén, relegando al olvido a las viejas costumbres sanas y los cócteles de diseño.

Un verdadero señor de la carretera, un gentleman a la vieja usanza, en la que un guante arrojado y los rígidos códigos de honor y respeto, acababan con frecuencia con la vida de un afrentador, a manos del afrentado.



Un doctorado de la vida, por la universidad de barriobajo, en la que tuvo que aprender por el camino difícil y en la que tuvo que labrarse un respeto, por la fuerza, en ocasiones.

Un amante leal y entregado, a veces burlado por mujeres de la peor calaña, porque esas eran precisamente, las hembras con las que gustaba de yacer.

Un soñador que aún sueña con hacer de su sueño su forma de vida, a pesar de las mil trabas que la vida y la correcta sociedad, ponen en su camino para que regrese a la gris y tediosa, pero políticamente correcta sociedad de consumo en la que el sueño de cualquier hombre decente debería ser tener una bonita hipoteca y una consorte que le controle y le tenga cogido por los huevos, con frecuencia bajo el chantaje emocional y sus vástagos como rehenes.

Un águila que vuela alto y libre, sintiendo el aire y los rayos del sol en su cara, aunque sea en plena caída. Un lobo que caza cuando tiene hambre y duerme cuando siente sueño, en un mundo en el que Caperucita se acuesta con su abogado y la abuelíta pertenece a la asociación de mujeres progresistas, armada con un fusil de asalto AK47 para defenderse del ataque de los misóginos.

Tengo un amigo que es un perdedor, porque no nació en la época adecuada. Es demasiado viejo para cambiar, pero demasiado jóven para morir.



Tengo un amigo,que tiene otro amigo igual. Este además, lleva un chaleco con insignias bordadas en la espalda y va tatuado en una gran parte de su piel.
Ese amigo, tiene además otro muy parecido, que lleva bigote y perilla, muy parecida a la de el mismo.

Ese amigo va con otros que son muy parecidos a él y también llevan chalecos de cuero. Además montan en moto,aunque haga frío o llueva.

Todos ellos son muy mal vistos por la gente decente y los agentes encargados de garantizar el perfecto funcionamiento de la sociedad de libre comercio y bienestar social porque son muy distintos al estereotipo de persona ganadora , triunfadora, socialmente adaptada y que cotiza sus impuestos para mantener a raya a indeseables como mi amigo.

Es por eso que mi amigo es un perdedor. Pero aún va a donde quiere y como quiere porque aún conserva íntegros sus sueños, su integridad, sus cojones y sobretodo, la altivez y el orgullo de ser él mismo, sin necesidad de engañar a los demás de puertas afuera sobre su mísera vida de triste triunfador.

Él prefiere cabalgar en su montura de acero hacia la puesta de sol, mientras que los triunfadores, mueren de infartos y visitan a psicólogos o meretrices a los que llorar en secreto su gris existencia, que solo posee lo que se puede comprar con dienero.

Mi amigo no tiene TV con plasma, chalét en la sierra o un deportivo descapotable. Ni siquiera es directivo de la mierda de sitio en el que trabaja.
Como ya os he dicho, mi amigo es un perdedor. Pero sobretodo es un gran señor. Con el porte y la clase que solo se tiene, cuando a pesar de que te quieran pisotear el orgullo mil veces, este sigue quedando intacto.

Doktor Jeckill. Diciembre de 2007.

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