miércoles, 10 de septiembre de 2008

El espiritu biker.


El espíritu biker...
Ese concepto tan repetido hasta la saciedad.
Esa cosa de la que muchos hablan pero muy pocos comprenden.

Al espíritu biker se lo comió el gato, se marchó por la ventana, se fué a tomar por culo y se ve que le gustó... y se quedó allí.

Ahora cualquier pringado se mete golpes de pecho asegurando ser el mas motero de todos, aunque sea un burguesito sobrado que hace muy poco tiempo compró una flamante motocicleta para ir los soleados domingos a comer paella a las cercanías y a las terrazas de verano de su ciudad para impresionar a las gráciles lugareñas.

Ahora en vez de aligerar de lo superfluo a los grandes twins, se recargan en versión “extra full dresser” a unas pequeñas monturas de 125. (O se compran tremendas Harleys “a la carta” con el remolque incluído). Todo por aparentar y tratar de engañar a los incautos.

Cualquier memo se pone un parche... ¡que digo uno... muchos parches! Sin tener ni idea de lo que representan. Gimnastas con el “13” de los fumetas, heteros con la “eight ball” de los que gustan de la penetración anal, o el prostituído “1%” por responsables padres de familia que pagan sus impuestos y multas religiosamente.
¡Se han cagado en el espíritu de Hollister!

A la coherencia y al espíritu biker se los ha llevado la grua porque quedaban mal en el paisaje consumista y absurdo en el que hemos caído.
Ahora para lucir el antiguo espíritu biker de los motoristas de la vieja guardia, hay que hacerlo con mucha pasta de por medio y un excelente abogado que te pague las fianzas.

Cuando yo era un crío, los niños nos dábamos de hostias y de pedradas y a nadie se le ocurrió demandar judicialmente a los tutores del otro niño.
Con un: “son cosas de críos”, bastaba.

Cuando yo era un puto imberbe, podíamos trucar nuestras motos con motores mas potentes, bielas reforzadas y ruedas de tacos en plena calle. Podíamos beber cerveza o calimotxo escuchando o tocando música. Y por ello ni nos denunciaban por delito ecológico, a la seguridad del tráfico o nos aplicaban la ley antibotellón.

Ahora basta con entrenarse en la videoconsola, saber cuatro cosillas básicas de este mundo biker cómodamente sentados frente a un ordenador y sacar a pasear la tarjeta de crédito para crear la moto de nuestros sueños.
Hasta los tatuajes, van impresos en unas medias tipo “panty para los brazos” que llevan el tatoo dibujado.

Pero el espíritu biker se forja a base de crecer en un barrio de mierda plagado de ratas, de pegarse con los amigos y enemigos, de costruírte tu propia moto transformada con la ayuda de unos amigos, un banco del parque, unos litros de cerveza y unas piezas construidas o adaptadas de Dios sabe que origen.

El espíritu biker no tiene “coche escoba”, sino unas manos de varios amigos manchadas de grasa.
No crea clubes en cuatro días cuando ni siquiera aún sus miembros no tienen los huevos mas que pelados de hacer kilómetros y que duran lo que la primera pataleta de cualquiera de sus noveles miembros.

El espíritu biker no se forja escondiéndose de los demás motorístas y engañando a inocentes criaturas en la puerta de una disco de moda.

Y sobretodo, el espíritu biker ni se compra ni se vende. Se obtiene con años de prudencia, respeto y muchos kilómetros en moto repletos de anécdotas duras, pero que ahora recordamos con cariño.

Pero ya sabemos que el espíritu biker se fué “con Curro al Caribe”, esta cumpliendo cadena perpetua en algún presidio por algo que él no hizo o está bajo dos metros de tierra en cualquier cementerio porque una noche se le fué la mano con la bebida.

El espíritu biker no queda bien en la foto de la comunión de los sobrinos, en el despacho del director del banco que nos dió la hipoteca o en la puerta de la casa de una niña bien.

Para encontrar al espíritu biker, hay que ir a los museos de historia, porque murió joven, a finales del siglo XX. A ver si podemos ver uno disecado.

Doktor Jeckill. Mayo de 2008.

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