miércoles, 10 de septiembre de 2008

Si me dejases entrar...

Si me dejases entrar en el interior de tu mente
Tal vez podría leer tus pensamientos y complacerte.

Si permitieses que te adorase sin tu reproche
Sería tu perro fiel sin temer el castigo de tu indiferencia

Si abrieses las puertas de tu alma
Entraría en ella para hacerte la mujer más feliz del mundo

Pero matas mi pasión con el cuchillo de tu indiferencia
Derrotas mi ilusión cuando me frenas con tu desprecio
Y me matas el alma cuando me diriges palabras hirientes.

Si nos amamos tanto
¿Por qué te empeñas en tratar de huir de tu destino?

Al igual que la roca se interpone en el camino del río bloqueándolo
Solo consigue hacerlo durante un efímero tiempo.
Después termina cediendo cuando su volumen y sus aristas han sido redondeadas y gastadas por la constancia del paso del agua
Y solo entonces descubre que la suavidad del flujo acuoso consigue lo que la fuerza bruta y la oposición absurda y sin razón no consigue.

Eso es lo que a nosotros nos ocurre.
Tú eres roca, yo soy agua
Y espero pacientemente el momento de rodearte con mi caricia y darte placer.
Que no te sientas agredida, sino arropada
Que no sientas miedo, sino paz y amor
Que no te sientas perdida o desconcertada, sino tremendamente amada.

Si me dejases entrar en el interior de tu mente
Te daría sueños de placer y color

Si me dejases entrar en el interior de tu alma,
Te colmaría de caricias y palabras llenas de sentido y amor

Si me dejases ser yo mismo
Y te dejases ser tu misma, sin muros ni protecciones, sin mascaras…

Podríamos ser tan felices… amarnos tanto, reír de ilusión y llorar de emoción
Todo eso y mucho más

Si me dejases entrar en ti, mi amor.

Doktor Jeckill 2005.


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